The Real Fifí TV

TODO EL SPAM QUE SIEMPRE HAS QUERIDO TENER AHORA REUNIDO EN UN ÚNICO LUGAR.
El siguiente BLOG contiene:
- Contenido sexual.
- Lenguaje ofensivo.
- No es apto para niños.

Sunday, May 13, 2007

El telefilm de la sobremesa del fin de semana

Dedicado a S.C.

LA MUSA

Había una vez un hombre que vivía solo en un claro en mitad de un bosque. Todo lo que necesitaba lo tenía al alcance de la mano y hacía mucho tiempo que no tenía contacto con ninguna otra persona.

Un día preparando la leña para el duro invierno que se aproximaba le pareció sentirse observado. Era una sensación que no había tenido en todo el tiempo que había estado viviendo allí así que la tuvo en cuenta y aunque siguió afanado en sus labores permaneció atento por si notaba de nuevo alguna señal. Al levantarse tras recoger algunos troncos con sus fuertes brazos y comenzar a andar hacia el cobertizo creyó ver por el rabillo del ojo una cabeza asomándose tras uno de los árboles que rodeaban el claro. Al girar el cuello en esa dirección la cabeza desapareció tras el grueso tronco del árbol. Tiró su pesada carga al suelo y corrió en esa dirección. Al llegar al lugar no vio nada ni detrás del tronco ni en la profundidad del bosque. Ningún ruido perturbaba aquella paz. Extrañado, se dio la vuelta y volvió a sus quehaceres.

Días más tarde, al despertarse de la siesta a la luz y el calor del sol de octubre vio una mujer al fondo del claro. Se frotó los ojos como creyendo que aquello era aún una ilusión de su confusa mente recién activada pero la alta figura blanca seguía allí. Se incorporó de su lecho y al avanzar un paso la figura retrocedió otro. Un paso adelante de él significaba uno hacia atrás de ella. Se quedó quieto y retrocedió. Ella avanzó. Todo era bastante insólito pero su rara presencia agradaba al hombre que, conforme, se afanó en sus tareas vespertinas.

Un día al volver del bosque de recoger más leña se encontró que la comida ya estaba hecha. Imaginó que sería obra de su nueva y callada vecina. Trató de encontrarla por los alrededores del claro para agradecérselo y compartir el ágape pero no lo logró. Esto comenzaba a ser un comportamiento harto extraño para alguien que intenta comunicarse o pedirle algo a otra persona.

Conforme pasaban más días ella aparecía para observarle realizando sus tareas cada vez más cerca. Si él trataba de aproximarse ella se alejaba en la misma proporción en la que él se acercaba y sus preguntas eran respondidas con silencios. De todas maneras él no sólo toleraba su presencia sino que la encontraba cautivadora. Le gustaba sentir que había otra persona cerca de él. Aumentaba su seguridad a la hora de realizar sus tareas y las hacía en un tiempo más breve para quedarse parado mirando a su nueva amiga. No decían nada. Sólo se miraban. Y así pasaba el final de cada jornada de trabajo.

Ya había llegado el invierno y había menos cosas que hacer en el exterior. Ella seguía viniendo y se quedaba mirándole por la ventana. Él le abría la puerta y le pedía que pasase pero ella se quedaba parada fuera. Él se ponía al otro lado de la ventana y hacía trabajos de carpintería, alfarería, costura,… Todo tipo de labor que requería más destreza que fuerza. Y le gustaba que ella estuviera allí.

Una mañana en la que el frío era especialmente estremecedor al hombre no le apetecía levantarse del calor de su lecho pero al recordar la visita diaria de su amiga saltó inmediatamente de la cama para ver si había regresado. La visión que encontró le dejó petrificado. Allí estaba ella, sentada en su silla, trabajando en su mesa, haciendo las mismas labores que él hacía de una manera más pausada y calmada pero más eficiente a la vez. Era un espectáculo que nunca antes sus ojos habían presenciado. Había un brillo especial en esa escena. Era como si puntos de luz dorada la rodeasen a manera de halo refulgente que resplandecía en aquel rincón. A pesar del frío, el hombre permaneció allí de pie extasiado por largo tiempo que se le pasó como un suspiro.

Por todo el resto del invierno ella ya no abandonó la cabaña. Compartieron mesa y mantel, tareas y juegos, momentos cercanos que le hicieron a él pensar si no habría estado perdiendo el tiempo allí alejado del resto del mundo sin relacionarse con nadie. Pero, en realidad, el resto del mundo daba igual. Eran sólo ella y él, él y ella.

Desde el primer día, él le ofreció dormir en la cama mientras él descansaría en el suelo. No obtuvo respuesta. De todas formas, él se acostaba en un rincón apartado de la cama para hacer ostensible la invitación pero por la mañana la cama aparecía como él la había dejado y ella ya estaba ajetreada haciendo tareas.

Las dudas asaltaron la mente del hombre y una noche quiso comprobar si su amiga dormía o era alguna especie de ser sobrehumano que no descansaba. Se tumbó sobre la alfombra que le servía de yacija y permaneció despierto para ver si ella venía a la cama o dormía en otro rincón. No oyó ningún ruido. Permaneció a la espera. Miraba al techo inquieto y, como la impaciencia lo devoraba, se incorporó del lecho. Sus ojos recorrieron la estancia y no la encontraban. Finalmente los dirigió hacia la cama y allí estaba ella observándole con cara divertida. Sus ojos azules brillaban en la oscuridad y le transmitieron tal paz que esa fue la noche que mejor descansó en toda su vida.

Él era muy feliz en esta nueva vida. Habían cambiado sus hábitos pero no le importaba hacer las tareas y preparar los nuevos proyectos pensando en otra persona, pensando en ella. No hablaban pero eso no significaba que no hubiese comunicación: una mirada, una sonrisa, el contacto de las manos eran suficientes para saber lo que el otro pensaba y lo que debía ser hecho.

Las noches cambiaron un frío día de finales de enero. Afuera estaba nevando pero dentro la temperatura era cálida y acogedora. Cada uno en su lecho estaba incorporado mirando al otro. Hasta ese día siempre era él quien cedía y se acostaba antes que ella no obstante esa noche fue ella quien se tumbó primero y abrió las sábanas invitándole a compartir el sueño con ella. Él se levantó despacio y se acercó a la cama lentamente. Se quedó quieto de pie frente a la cama y comenzó a observarla. Ella estaba tumbada de lado dándole la espalda y ésta era visible por la abertura de las sábanas. La luz de la vela en la mesilla convertían su pelo rubio en oro pálido y la blancura de su espalda invitaba a que fuese acariciada. Tragó saliva y se metió en la cama. La rodeó pausadamente con sus poderosos brazos y ella suspiró. El contacto de su piel era cálido y el sonido de su respiración sosegaba la mente. Los nervios se diluían, se sentía seguro. Era como si lo hubiese hecho toda la vida. Como si ella siempre hubiese estado allí.

El siguiente mes fue tan perfecto que creyó que aquella felicidad duraría toda la vida, que nada podría ser capaz de enturbiar aquella situación. La primavera se acercaba y el tiempo de poder compartir su amor fuera de la cabaña, de realizar nuevas actividades juntos, de pasear entre los árboles del bosque y escuchar el sonido de los ríos que recorrerían alegres sus lechos con las frías aguas del deshielo.

Por fin dieron su primer paseo cogidos de la mano a la luz de la primera luna primaveral. No dijeron nada, sólo disfrutaban del momento. Él miraba la luna y luego la cara de ella y comparaba el brillo de ambas. Una sensación de plenitud le embargaba el espíritu. Llegó el momento de dirigirse a la cabaña y una vez en el umbral él se colocó frente a ella y la besó en los labios. Ella sonrió, le pasó una mano por los cabellos mientras él respiraba su fragancia cerrando los ojos, se dio la vuelta y se alejó. Cuando él volvió a abrir los ojos ella ya estaba en mitad del claro y la oscuridad comenzaba a rodearla. Gritó desesperado para que volviera y ante su falta de reacción inició la carrera tras ella. Ella se internó en el bosque y él por más esfuerzo que hacía no era capaz de acercarse a ella. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, esquivaba los árboles que aparecían de la nada y ella seguía alejándose.

Siguió corriendo desesperado, sin descanso, y cuando ya pensaba que la había perdido el sol apareció para desvelarle el lugar por el que ella deambulaba. “Espera”, gritaba angustiado. “No te vayas, no me dejes”, sollozaba. Y la persecución continuaba.

El bosque comenzó a ralear y allí, fuera de sus límites, estaba ella, quieta, de espaldas a él, la vista hacia arriba, los pies al borde de un alto acantilado que era desgastado por un mar que, aunque viejo, no se cansa nunca de golpear la costa.

El tiempo se detuvo.

Él extendió su mano hacia ella, su cara acongojada. Ella se dio la vuelta, sus ojos estaban enrojecidos sin embargo sus lágrimas ya se habían secado. Se miraron a los ojos por largo espacio. Él se acercó, la mano aún extendida. Ella se llevó una mano a los labios y le lanzó un beso. Él se acercó más, su mano rozaba su vientre. Ella dio un paso atrás y desapareció para siempre. Él se quedó mirando al horizonte con la mano extendida, con la sensación del último tacto de ella que no por breve se le habría de olvidar nunca.

FIN

Epílogo: Se dio la vuelta y se dirigió hacia su cabaña sin saber qué rumbo coger. No sabía si sería capaz de encontrar de nuevo el claro donde se encontraba su hogar. Sólo quería alejarse de aquel precipicio, de aquel lugar que había significado el final de su sueño, de su amor, de su nueva vida, y comenzó a andar.

Cuando llegó al claro del bosque, cansado, abatido, vacío por dentro, con la sensación de que algo le faltaba, vio que la cabaña era una ruina. Estaba destrozada. Y al acercarse se quedó estupefacto al comprobar cómo el polvo cubría todos los enseres, como si hubiesen pasado años. Miró a su alrededor y, por último, levantó la vista hacia el sol y se dijo que hoy sería el primer día de su nueva vida.

F-F

3 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Creo que el Indy 4 te ha sentado mal.

5:12 AM, May 14, 2007  
Anonymous Anonymous said...

una vez más, a más de uno les has dejado sin habla.

4:19 PM, May 14, 2007  
Blogger Antonio García said...

MUY potente, sí señor.

Mi admiración por usted sigue creciendo a pasos agigantados. Eres un artista.

1:46 PM, May 15, 2007  

Post a Comment

<< Home