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Wednesday, June 06, 2007

Capítulo 3

Llevo varios días queriendo escribir este post y el tiempo se agota porque lo quería subir antes de irme mañana, día en que comienza un largo fin de semana en el que me enfrento, posiblemente por última vez, con mis miedos y fantasmas. Y quería dejar constancia antes de que pasara el toro y sus cuernos ya no supusieran un peligro.

Cada día que ha pasado desde que lo quería escribir tenía un sentimiento distinto y ganas de escribir cosas diferentes. Eso demuestra el mar de dudas que soy y la inseguridad a la que me estoy enfrentando, que es realmente el toro que debo lidiar puesto que mis miedos y fantasmas viven conmigo, no están en la calle.

He mantenido conversaciones harto interesantes con gente con la que merece la pena estar y cada uno me ha aportado su granito de arena para poder encarar el momento del reencuentro. Cada uno, desde su punto de vista, me ha sabido dar una pequeña clave capaz de hacerme ver las cosas más amplias y no tan “obcecadas” como ocurre cuando es uno el que las analiza por muy alta que sea su atalaya.

Todo este ensimismamiento tiene su “cuello de botella” en el reencuentro. En cómo será y, lo más importante, en cómo reaccionaré. Y mis dudas aparecen ante las tres últimas palabras con las que la recuerdo: Ya está bien. Palabras que resuenan constantemente en mi cabeza en las ocasiones donde su recuerdo me asalta.

Ya está bien.

Esas palabras supusieron la reacción que estaba esperando de ella. En uno u otro sentido pero algo concreto, sin ambigüedades, algo a lo que sujetarse. Me hubiese gustado otra reacción pero fue la que obtuve: Ya está bien. Esta reacción debía estar acompañada de acciones coherentes por su parte que no aprecié al verla aparecer una semana después en la hora de las cañas. Pero yo ya había cambiado mi actitud hacia ella, con un distanciamiento hasta entonces desconocido en mí. Debió captar el mensaje cuando ya no he vuelto a verla más: Ya está bien.

Porque si lo había pasado mal los dos meses anteriores era por no saber a lo que atenerme. No saber si era “so” o “arre”. Si era algo pasajero o algo que se instalaba definitivamente. Necesitaba algo concreto: Ya está bien. Y la estuve provocando constantemente. No me gusta serlo pero cuando me pongo en plan “mosca cojonera” tengo pocos rivales. Y utilicé todas mis cartas al alcance, incluido este blog. Y tardó en haber respuesta teniendo en cuenta que hasta esa última vez, sus altibajos habían sido prácticamente semanales, por no decir diarios. Y ese fue mi regalo de cumpleaños: Ya está bien. ¿No quieres caldo? Pues toma tres tazas: Ya está bien. Y como yo tenía de sobra con mi ración la empecé a repartir: Ya está bien. Para todos, incluida tú, E. Posiblemente algo difícil de digerir si no es lo que deseas, aunque posiblemente sea lo que estabas esperando desde hacía tiempo, quién sabe si todo este tiempo.

Estos antecedentes son para justificar la resaca de situaciones que se han agolpado en mi cabeza en estos últimos tiempos concernientes al reencuentro. En primer lugar, mi reacción sería la del alejamiento, la distancia, la indiferencia. Saludas a todo el mundo y cuando llegas a ella haces un “salto” de ignorancia y sigues adelante. En segundo lugar, sería el saludo frío, esa media sonrisa de “cordialidad” pero que por dentro está diciendo “anda y que te den” (get bent, en inglés, que me encanta). O si es ella la que se aproxima poner la mano en señal de “STOP” y “apártate que me tiznas”.

Pero si algo me han dicho todos mis fabulosos interlocutores con los que he hablado de la situación es que sea yo mismo. Eso es lo principal. Si eres vinagre, pica, pero si eres un vino joven no puedes agriarte, tienes que ser fresco, vivaz, de paladar alegre. Que te dé igual el ambiente, sé tú mismo. No puedes estar cuatro días amargado porque se te harán muy largos y así, el único que sufrirá serás tú: Ya está bien.

Y es el sufrimiento lo que me aleja de ti, no te confundas. No es enfado, no es ira y ni tan siquiera la indiferencia de no querer saber nada de ti, E. Es la recuperación de mi yo lo que está en juego, es el dejar de ser otro que no soy, es el dejar de dar vueltas a la cabeza, dejar de pensar en ti y empezar a pensar en mí, en mi yo, en mis circunstancias y no estar preocupado por el “qué pasará”. El único recuerdo negativo que me quedo de ti es el de sentirme engañado, el no haber sido sincera, primero contigo y luego conmigo, el haberme hecho pensar lo que no era. Nunca con palabras pero sí con hechos que son los que pesan. Demostraste tener una gran confianza en mí al contarme cosas que no habías contado a nadie, al expresarme emociones que tenías encerradas en ti durante mucho tiempo, al hacerme sentir único en tu mundo, especial. Yo era el inseguro pero posiblemente tú eras la del miedo, miedo a lo que te podría hacer siendo “copropietario” de tus intimidades, acostumbrada a la patada en el trasero al no encontrar un albacea claro, seguro y confiable de tus secretos. Sí, tu miedo te llevó a la inseguridad y de ahí ahora estamos los dos en el “lado oscuro”: Ya está bien.

Tú perdiste un amigo y yo un amor. Pero el amigo lo perdiste hace casi un año, no ayer, ni hace tres semanas ni dos meses. Fíjate cómo estabas hace un año y mírate ahora. Mi situación, desde luego, ha cambiado. Una de las sensaciones que me ha asaltado estos días del “pre-post” es la de que todo sigue igual en tu mundo. Vives en tu mundo. Dejas entrar a quien tú quieras y en un momento determinado, cuando no te hace falta o no te sientes a gusto, lo echas de él y éste sigue dando vueltas como si nada hubiera pasado: Ya está bien. Sí ha pasado. Yo he sido habitante de tu mundo y me has desterrado; y las condiciones para volver a él no me satisfacen. No porque haya dejado de gustarme o porque haya cambiado en algo, qué va. Tu mundo sigue igual de esplendoroso. Es que no me gusta tener sensaciones equivocadas, pensar que lo que veo es un oasis cuando es en realidad un espejismo. Tal vez te guste jugar a la zanahoria en la caña y, aun cuando no llegas nunca a ella, vivir con esa ilusión. Pero hay más mundos fuera del tuyo y esas reglas no se aplican: Ya está bien. Yo también tengo sentimientos, ¿sabes? Yo realmente sentía algo por ti, ¿sabes? Yo hubiese hecho cualquier cosa por ti, ¿sabes? Ya está bien

Así pues, estos últimos cuatro días trataré de ser el mejor vino posible. Es inevitable que vuelva a sentir las puñeteras mariposas en el estómago pero espero que la naftalina que he estado tragando estas últimas semanas termine de hacer efecto pronto. A partir del domingo, seguro. La distancia no es el olvido pero ojos que no ven…

Estoy deseoso de vivir lo que nos depara el destino. Espero ansioso sus nuevas sorpresas. El sufrimiento forma parte de la vida y ya lo he “disfrutado” bastante. Estoy preparado. No tengo nada que esconder ni de lo que avergonzarme. Hay más emociones a la vuelta de la esquina y no me importa compartirlas. Y todo esto te lo debo a ti. ¿Cómo voy a odiarte o a tenerte rencor?

Gracias por todo, E. Pero después del domingo, no me llames en una larga temporada.

F-F

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